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Aunque existe unanimidad en señalar el Capitán América de Brubaker como mejor tebeo de superhéroes y, sin renegar del buen trabajo que están haciendo, permítanme que yo señale otro título que me tiene maravillado.
Es el Green Lantern del más puro guionista de tebeos del género que existe en la actualidad, Geoff Johns. Y digo esto porque aunque Ed Brubaker posiblemente haya realizado mejores tebeos, está claro que su fuerte es el género negro. Geoff Johns es un guionista en la tradición de toda la vida, capaz de adueñarse como Stan Lee de todo un Universo, capaz, como Claremont de crear tramas sobre tramas, capaz, como Waid o Busiek, de conocerse al dedillo cada detalle de la continuidad, y como hizo con este mismo personaje Alan Moore, de sacarse de la manga un paso más allá en un concepto aparentemente tonto y sin salida. Y sobre todo, reitero, con el mérito de anclarse en la continuidad, lastrada en algunos casos en el fango más pestilente de la miseria.
Si acertó y mucho con la imposible resurrección y redención de un Hal Jordan por el que nadie podía dar un duro, y tras unos números algo más normalillos de asentamiento y de construcción de pilares, Geoff Johns, acompañado de un brillantísimo Ivan Reiss nos ha llevado un paso más allá, no sólo en la épica, la heroicidad que supone un título de un tío que hace muchas cosas con un anillo y un montón de gente como él, si no abriendo caminos a segundas lecturas, como las grandes obras, a nuevos horizontes donde la ética, la moralidad y la ruptura de conceptos como el bien y el mal no son absolutos. Donde la derrota es victoria, donde la victoria es derrota, donde la línea que separa héroes y villanos es más fina y difusa que nunca. De verdad no sé dónde acabará este camino, pero de momento lo disfruto como un enano.
Dos peros. El primero, nuestro Carlos Pacheco no permaneciera más en el barco y abandonara la travesía justo cuando empezaba lo mejor. El segundo, la caótica edición de Planeta DeAgostini, donde mezclan churras con meninas, publicando fuera lo que debe ir dentro y dentro lo que debe ir fuera.
Y aún así, merece la pena su compra.
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